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Musica o Adoracion
El poder y la prostitución de la música
El canto ahuyenta los poderes de las tinieblas
Vi que debemos estar elevándonos diariamente y mantener nuestra supremacía sobre los poderes de las tinieblas. Nuestro Dios es poderoso. Vi que cantar para la gloria de Dios a menudo ahuyenta al enemigo, y que alabar a Dios mantiene a éste en retirada y nos da la victoria (Manuscrito 5, 1850).
El poder de la música
La música es de origen divino. Hay gran poder en ella. Fue la música de la hueste angelical la que emocionó el corazón de los pastores en las llanuras de Belén y alcanzó el mundo entero. Es mediante la música como nuestras alabanzas se elevan a Aquel que es la personificación de la pureza y la armonía. Es con música y con cantos de victoria como los redimidos entrarán finalmente en la recompensa eterna.
Hay algo particularmente sagrado en la voz humana. Su armonía y su rasgo sentimental suave e inspirado por el cielo excede todo instrumento musical. La música vocal es uno de los dones que Dios ha dado a los hombres, un instrumento que no puede ser igualado, y menos aún superado, cuando el amor de Dios abunda en el alma. El cantar con el espíritu y el entendimiento es además una gran adición a los servicios devocionales en la casa de Dios.
Prostitución de la música
¡Cómo ha sido prostituido este don! Santificado y refinado haría un gran bien quebrantando las barreras del prejuicio y la incredulidad empedernida, y sería el medio de convertir almas. No es suficiente entender los rudimentos del arte de cantar, sino que junto con la comprensión y el conocimiento debe haber tal conexión con el cielo que los ángeles puedan cantar por intermedio nuestro.
La potencia de la voz y las gesticulaciones corporales
El ejercicio corporal para poco aprovecha. Cualquier cosa que esté relacionada de alguna manera con el culto religioso debe ser digno, solemne e impresionante. A Dios no le agrada cuando ministros que aseveran ser representantes de Cristo representan tan mal al Señor, y usan el cuerpo para hacer movimientos y adoptar actitudes ordinarias, ejecutando gestos indignos, toscos y no refinados. Todo esto divierte y estimula la curiosidad de los que desean ver cosas extrañas, raras y excitantes; pero estas cosas no elevarán las mentes y los corazones de los presentes.
Lo mismo puede decirse del canto. Ud. asume actitudes que no son dignas. Utiliza toda la potencia y el volumen que puede de la voz. Ahoga los acordes más finos y las notas de las voces más musicales que las suyas. Estos movimientos corporales y esta voz desagradable y alta, no constituyen ninguna melodía, ni para los que escuchan en la tierra ni para los que escuchan en el cielo. Tal forma de cantar es defectuosa y Dios no la acepta como una melodía perfecta, suave y dulce. No existen exhibiciones semejantes entre los ángeles como las que he visto a veces en nuestras reuniones. Esta clase de notas desagradables y gesticulaciones no se ven en el coro angelical. Sus himnos no rechinan en los oídos. El canto es suave y melodioso, y se hace sin este gran esfuerzo que yo he presenciado. No requiere tanto esfuerzo ni ejercicio físico. (Mensajes selectos, t. 3, pp. 379-383)
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