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Palabras de advertencia

MÁS QUE NUNCA ANTES EN SU HISTORIA, la Iglesia Adven­tista del Séptimo Día afronta hoy el serio peligro de correr la misma suerte que les ha tocado prácticamen­te a todas las denominaciones protestantes anteriores a nosotros. El cristianismo se ha dividido en innu­merables facciones, liberales o conservadoras, a través del proceso del debate teológico y la divergencia social. El adventismo del séptimo día es el único movimiento denominacional protestante grande que todavía disfru­ta de las ventajas de un gobierno bajo una sola estruc­tura. Nos hemos enorgullecido por el hecho de que somos un pueblo, bajo un sistema de orden, libre de la confusión y debilidad del congregacionalismo. Ha habi­do contados grupos que se han separado de nosotros en nuestra historia, como el Movimiento Adventista de Reforma y la Vara del Pastor. Pero han hecho poco más que tomar posición al margen del adventismo. La mayo­ría de la gente en el mundo, e incluso en la iglesia, jamás ha oído algo acerca de ellos.

El hecho de permanecer como una iglesia unida, ha sido crucial para nuestro sentido básico de identidad como iglesia remanente del Apocalipsis. El hecho de creer que somos un pueblo divinamente llamado para una misión especial, ha hecho que nos refiramos al adventismo como el Movimiento del destino. Somos la iglesia cuya tarea es llevar el evangelio eterno, a la luz de los tres mensajes angélicos, a toda nación, tribu, pueblo y lengua del planeta. La fragmentación en más de un movimiento se ha percibido como diametralmente opuesta a la preservación de esta identidad y a la realización de nuestra misión.

Sin embargo, para consternación de muchos diri­gentes y miembros de la iglesia, en décadas recientes han surgido numerosos ministerios independientes, tanto liberales como conservadores, que han tenido el valor suficiente para aventurarse a practicar sus ver­siones individuales del adventismo. Si bien la mayoría de estos grupos, al menos por el momento, se presen­tan como ministerios que ayudan a la iglesia, algunos sensacionalistas han ido tan lejos como para anunciar irresponsablemente que la grande y vieja nave se hunde y que es tiempo de abandonar el barco, para unirse a una "nueva y verdadera iglesia": Al margen de la orga­nización de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, aun­que, bajo su nombre, o alguna variación de él, se han ordenado algunos ministros, establecido y organizado grupos con tesorerías que reciben diezmos y hasta se han enviado misioneros al extranjero.

Asistí personalmente a una reunión en la cual más de cincuenta representantes de estos grupos indepen­dientes se reunieron para discutir cuán lejos debían empujar su independencia.

Un orador exaltado sugirió que la denominación había apostatado y que los valientes y fieles deberían considerar su responsabilidad de seguir adelante y ter­minar la comisión evangélica sin la iglesia organizada. Otro expresó que era una cuestión de deber religioso que los ministerios independientes recogieran los diez­mos para evitar el mal uso que se hacía de ellos y para asegurar que se dediquen a la terminación de la obra. En este punto de la agenda muchas voces apoyaron la propuesta con fervientes amenes.

Luego otro prominente líder de un bien conocido ministerio independiente se levantó para hablar. Su presentación fue seria y captó la atención de todos los presentes. A medida que desarrollaba su línea de razo­namiento, un pesado silencio pendía sobre la reunión. Sus sugerencias parecían ser las lógicas conclusiones de lo que había sido presentado por los otros oradores.

-Es tiempo de organizar iglesias locales -explicó con un tono de autoridad-: Necesitamos establecer asocia­ciones y elegir a nuestros dirigentes para dirigir la obra a nivel mundial.

Un débil rumor de aprobación corrió a través de la sala. Mientras la propuesta' lograba impulso, otras voces importantes, las mismas que habían impulsado la agenda independiente hasta este punto, comenzaron a oponerse ardientemente a la idea de ir tan lejos como para iniciar una nueva denominación. Este tipo de discusiones se ha dado en la periferia del adventismo, bajo el ala conservadora. Y en el extre­mo liberal del espectro se manejan ideas similares. Hay por lo menos una iglesia que tiene el estilo de adoración de celebración que ha dado el enorme paso de procla­marse a sí misma congregación adventista indepen­diente. La independencia temeraria está creciendo. El sentido de necesidad de mantenerse como un cuerpo unido parece debilitarse en algunos lugares a medida que el adventismo envejece.

Algunos se preguntan si tendrá la Iglesia Adventista del Séptimo Día la capacidad de mantenerse como un cuerpo de creyentes impulsados por una sola misión. ¿O se dividirá nuestra denominación finalmente en una variedad de mini-movimientos? Si bien algunas diferen­cias son inevitables en la experiencia de la iglesia, quizá deberíamos formular otra pregunta:

¿Cuál es el plan de Dios? ¿Qué dice la agenda divi­na?

No importa lo que pensemos acerca del futuro de la iglesia, hay Uno que "hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efe. 1:11). Ciertamente, la misión profética de la iglesia remanente del Apocalipsis se llevará a cabo por alguien, de alguna manera, en algún tiempo. Teniendo esta confianza, sería sabio que cada -uno de nosotros descubriera la voluntad divina a través de un estudio ferviente de la Biblia y el espíritu de profecía y con oración.

Tengo la convicción de que el Señor se ha expresado muy claramente en las declaraciones inspiradas de su Palabra y mediante la manifestación moderna del don de profecía. Estas fuentes de sabiduría divina abren ante nuestra comprensión el misterio de la voluntad de Dios y responden toda pregunta vital.

¿A cuál iglesia de la tierra reconoce Dios como suya?
¿Cuál es el propósito final de Dios para su iglesia?
¿Está dirigiendo Dios a los movimientos independientes para realizar su voluntad?
¿Cómo separará Dios a los fieles de los infieles?
¿Está destinado el adventismo, tal como lo conoce­mos, al fracaso o al triunfo?
¿Cómo puedo estar seguro de ser parte de lo que Dios ha planeado, sea lo que fuere?

No hay necesidad de dar respuestas aventuradas a cualquiera de estas preguntas. La respuesta inspirada a cada una de ellas es inequívocamente clara.

No quiero que se crea que tengo la pretensión de que todos los que lean este libro encuentren solución total a todas las preguntas relacionadas con este tema cru­cial, pero ofrezco lo que mi estudio del consejo inspira­do y mi experiencia personal me han enseñado con res­pecto al plan de Dios para su iglesia. Para mí, las per­cepciones expuestas en las páginas que siguen me han dado, en verdad, dulces soluciones después de años de ferviente lucha por entender mejor este asunto. Anhelo que algunos saquen firmes conclusiones cuando lean este libro. Es posible también que hayan luchado por comprender este asunto durante mucho tiempo, como yo. Ya es tiempo de que el cuadro se aclare. En cuanto a otros, simplemente ruego a Dios que lo que he escri­to agite lo suficiente el asunto como para inspirar en ellos una investigación más enérgica para que puedan comprenderlo.

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- Ty Gibson, es director asociado de Light Bearers Ministry que tiene sus oficinas en el noreste de Washington.
- Autor del valiosísimo libro: “Si hay apostasía en la iglesia, ¿Debemos abandonar el Barco?”
 
 
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