Un Dios, un reino, un deseo
(Un asunto corporativo - parte II)
La oración de Cristo en Juan 17 enfatiza precisamente cuán crucial es la unidad de la iglesia en el plan final de Dios para el mundo. Esta oración es de significado extra especial para el día de expiación de la iglesia, porque es la oración que Cristo ofrece ahora ante el Padre, como nuestro Sumo Sacerdote. "Esta oración es una lección acerca de la intercesión que el Salvador llevaría a cabo dentro del velo, cuando se hubiera completado su gran sacrificio a favor de los hombres" (Comentario bíblico adventista, tomo 5, pág. 1119). Jesús hizo esta oración de Juan 17 antes de su ascensión al cielo a fin de que supiéramos la verdadera sustancia de su intercesión en nuestro favor.
Lo primero que encontramos en la oración de Cristo es la gloria de Dios. "Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese... He manifestado tu nombre", proclama el Salvador ante su Padre; El gran propósito por el cual Jesús vino a este mundo fue dar a conocer el carácter de Dios y vindicar el honor de su nombre. Él alcanzó ese objetivo vital viviendo una vida de amor abnegado y sin pecado, y sufriendo voluntariamente la penalidad de nuestra rebelión. Su vida y su muerte han demostrado más allá de toda duda que Dios es, en verdad, el Señor bueno y amante que ha dicho ser.
Pero note, por favor, que Cristo no concluye su oración presentando al Padre el inmediato logro de su vida y su muerte. Su oración se extiende para incluir la gloria más extensa de todo lo que él ha hecho.
"Yo ruego por ellos... y he sido glorificado en ellos", dice Cristo de su iglesia. Del mismo modo como Jesús fue el medio para que fuera glorificado el Padre, la iglesia es el medio para que el Hijo sea glorificado. "y yo no estoy en el mundo -continúa- mas estos están en el mundo, y yo vaya ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros". La oración del Salvador abre ante nuestra comprensión los medios prácticos a través de los cuales su gloria llegará a iluminar el mundo. Sabiendo que pronto ascendería al cielo, Jesús rogó a su Padre que preservara a los fieles de su pueblo "en tu nombre", es decir, a través del conocimiento del verdadero carácter de Dios revelado en Cristo. Luego llega al asunto absolutamente crucial de la unidad. La unidad de la iglesia es la bendición esencial y tangible que viene por conocer a Dios: "Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste". Las palabras: "Para que el mundo crea", son una parte vital de la oración. Está diciendo, en esencia, que la unidad de la iglesia es la poderosa influencia que persuadirá a los incrédulos a confiar en él como Salvador. Pero ¿por qué, en términos prácticos, es la unidad de la iglesia tan poderoso testimonio para el mundo? Las palabras cumbres de la oración del Salvador nos dicen por qué.
"El mundo no te ha conocido -dice Jesús-, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". Lo que perturba profundamente a Jesús es que el mundo no ha conocido el verdadero carácter de Dios. Es esta ignorancia la que mantiene al mundo sujeto a Satanás, al pecado, al egoísmo. Al llenar la mente humana de falsas representaciones del carácter de Dios, el diablo ha logrado mantener el control sobre sus víctimas.
“Pero...”
Jesús está ahora a punto de hacer una declaración vitalmente contrastante.
"Pero yo te he conocido". El mundo no ha conocido al Padre, pero Jesús sí. Desde la eternidad pasada había vivido en íntima relación con el que mora en luz inaccesible. Si alguien conoce el verdadero carácter de Dios, ese es Jesús. Y así él, bendita realidad, vino a nuestro oscuro mundo con una misión urgente: revelar el corazón del Padre. Jesús confía plenamente en que si los hombres y mujeres caídos pueden ser inducidos a ver a Dios, en toda su inmaculada belleza, entregarán ansiosamente su lealtad a su gobierno calumniado. ¿Pero cómo será iluminado el mundo para ver esto? La respuesta" a esta pregunta es emocionante: "Para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". ¿Comprende ahora, querido amigo de Jesús? Jesús será exaltado ante el mundo a través de la demostración práctica del amor de Dios en su iglesia.
No es un sermón perfecto lo que el mundo necesita.
No es el programa evangelístico más espectacular lo que hará la diferencia.
No es la más atractiva publicación, producida y distribuida masivamente hasta que circunde el globo, lo que convencerá al mundo de que Cristo debiera reinar supremo en sus corazones.
Oh, amigo, escuche: Es el amor de Dios lo que el mundo anhela ver.
El amor de Dios en usted, en mí, en la iglesia.
El amor de Dios revelando su poder para unificar a los hombres y mujeres caídos, pecaminosos, egoístas, que han sido transformados a la imagen de Cristo.
Puedo oír a alguien murmurando un apasionado amén. Si es usted, entonces quiero darle la bienvenida al creciente número de adventistas del séptimo día que se regocijan en comprender el poder omnipotente del amor divino. El gran sistema de verdad que Dios ha dado a esta iglesia, es una influencia salvadora únicamente en el contexto iluminador del amor, ese amor inmaculado, como fue declarado, demostrado y definido en el Cristo agonizante y viviente.
Con la oración de Cristo en mente, completemos el círculo ahora, volviendo al tema ú nuestro interés original en este capítulo: la naturaleza corporativa del día de expiación.
La razón por la cual el día de expiación es un asunto corporativo y no un mero plan individual, es porque expiación es una palabra que significa "ser uno". Es una verdad que se propone finalmente reconciliar al hombre caído con el Dios santo, y reconciliar al hombre caído con el hombre caído en la iglesia como la prueba práctica de que la expiación es digna de que el mundo la note.
El espíritu de expiación es de arrepentimiento unificado: cada miembro siente su culpa personal como igual a la del cuerpo organizado, la iglesia. Ningún espíritu de "sálvame a mí y condénalos a ellos". Ninguna actitud de "Yo estoy bien, tú estás mal". Cada miembro se da cuenta que tiene tanta necesidad de la misericordia de Dios, como los demás.
El espíritu de la expiación es el de estar unidos delante de Dios: cada miembro intercede en favor del cuerpo como si fuera su propia alma. El fuerte sostiene al débil. El sabio soporta pacientemente al ignorante.
El espíritu de expiación trasciende los intereses de la salvación personal y los reenfoca en el honor de Dios y la salvación de otras almas.
En la perspectiva más amplia de su influencia, la expiación de Cristo reunirá "todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra" (Efe. 1: 10). "Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales" (Efe.3:10).
La unidad de la iglesia no sólo persuadirá a muchos en este mundo caído para que entreguen su lealtad a Cristo, sino que el testimonio convincente del amor del Salvador en su pueblo resonará a través del universo. Los habitantes de los cielos, que piensan y razonan, contemplarán en Cristo, y en su iglesia, la multiforme sabiduría de Dios. El universo quedará eternamente seguro contra una segunda rebelión a través de la expiación de Cristo.
Todos los corazones en los cielos y en la tierra pulsarán en gloriosa armonía. Todos proclamarán con gozoso deleite:
Un Dios: el bueno y amante Padre de toda la creación, vindicado para siempre.
Un reino: la iglesia de Cristo sobre la tierra y las inteligencias de los cielos que no cayeron serán una armoniosa familia.
Un deseo: adorar y alabar al Único que ha demostrado ser digno de nuestra más elevada lealtad y nuestro amor más profundo.
¿Se oirá su voz en aquella enorme multitud?
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- Ty Gibson, es director asociado de Light Bearers Ministry que tiene sus oficinas en el noreste de Washington.
- Autor del valiosísimo libro: “Si hay apostasía en la iglesia, ¿Debemos abandonar el Barco?”
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