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Apostasía en la Iglesia Adventista

¿Para qué una iglesia?
(El teatro de la gracia - parte I)

DE VEZ EN CUANDO ME ENCUENTRO con algún pasaje de la Biblia o del espíritu de profecía que parece decir:

"Procura hallar mi significado. Descifra mi misterio.

La verdad que está más allá será dulcísima para tu alma".

Las palabras trazan ante los ojos de mi mente la silueta difusa de algo que siento que es maravilloso, aunque todavía poco claro. Detrás del sombreado bos­quejo que aparece a primera vista, me esfuerzo por ver algunas facetas de la sabiduría divina ocultas a mi comprensión.

Jamás olvidaré una tarde sumamente calurosa en Australia cuando una cita inspirada llamó mi atención. Yo viajaba de ciudad en ciudad dirigiendo reavivamien­tos y seminarios de reconciliación. Digo reavivamientos y seminarios de reconciliación porque... bueno... algu­nas personas necesitaban reconciliarse con Dios más que reavivamiento. Prácticamente en todos los lugares donde me tocó predicar encontré grupos de adventistas enemistados que estaban separados de la iglesia orga­nizada y decididos a oponerse a ella. Una y otra vez me involucré en tortuosos debates con relación a si la igle­sia se había convertido o no en Babilonia.

Firmemente convencido de que la iglesia no era Babilonia, me armé con las citas que necesitaba para apoyar mi posición. Y sin embargo... de algún modo... sentía que algo más importante se estaba escapando de mi comprensión del asunto total. Y así era.

Por supuesto, yo sabía que" la iglesia no era Babilonia. Usted tiene que ser engañado o engañador para no ver ese punto en el espíritu de profecía. "Pero por qué -me preguntaba a mí mismo, en la privacidad de mi propia lucha-. ¿Por qué es tan importante per­manecer conectados con la iglesia? ¿Y qué si algunas personas quieren separarse y comenzar otro movimien­to? ¿Qué es lo que hace que la iglesia sea un compo­nente tan importante en el plan de Dios? ¿Qué se pro­pone hacer Dios con la iglesia?

Como no me había criado en la iglesia, no sentía leal­tad cultural hacia ella. También sabía que la salvación viene únicamente a través de Cristo, no en virtud de ser miembro de la iglesia. Y sin embargo, también sabía que ser una parte de la iglesia visible y organizada de Dios, era importante. Había leído declaraciones que me habían convencido totalmente de eso. Pero en realidad no comprendía completamente la razón.

Mientras bullían numerosas preguntas en mi mente, me vi impulsado a embarcarme en un curso de estudios que al fin produciría una cosecha muy satisfactoria. Mi mente estaba ansiosa de hallar respuestas a todas aquellas preguntas.

Mientras recorríamos las carreteras de Australia atestadas de canguros rumbo a Queensland, iba yo sentado en el asiento trasero, asándome bajo el severo calor mientras Aussie conducía. Teníamos un largo viaje por delante. Mientras el pavimento se deslizaba frente a nosotros, yo fluctuaba entre la conciencia y la inconsciencia. Había colocado sobre mis rodillas un libro devocional que estaba leyendo y uno de mis dedos, inserto entre las páginas, me ayudaba para no perder el lugar en que iba. Cada vez que salía del estupor, mis ojos se volvían automáticamente hacia abajo para devo­rar unos pocos párrafos más, antes de caer de nuevo en el sopor.

Después de varias horas de llevar a cabo esta lectura. Seguramente no podrá ser tan personal, práctico y ele­mental, se dice uno a sí mismo. Pero, así es. Todo el universo celestial-los nobles e impecables ángeles jun­to con los ciudadanos de los otros mundos- esta espe­rando, incluso anhelando, ver que los miembros del pueblo de Dios se relacionen unos con otros con senti­mientos de "ternura".

¿Ternura?

Sí, eso es lo que dice. Ellos esperan vernos manifes­tar un amor semejante al de Cristo en nuestras relacio­nes mutuas. Ellos esperan que nosotros revelemos "acciones santas" en nuestro trato mutuo. ¡Habitual­mente, como un impulso natural que surge de corazo­nes que aman verdaderamente como Dios ama!

Como puede ver, esta declaración inspirada sugiere algunas ideas sumamente elevadas. Al leerlas repetida­mente, una gloriosa realidad espiritual comenzó a for­marse en mi mente. Comencé a comprender que la igle­sia es, en sentido espiritual, un teatro en el cual el poder de la gracia de Dios debe ser vindicado ante el universo celestial. Y observe esto: sea sencillo o no el asunto, Dios se propone llevar a cabo sus elevados pro­pósitos a través del testimonio visible de cómo nos rela­cionamos unos con otros, como hermanos y como miembros de iglesia. Es casi inconcebible, pero el Señor ha investido en realidad la futura gloria de su reino eterno en su iglesia: en usted y en mí.

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- Ty Gibson, es director asociado de Light Bearers Ministry que tiene sus oficinas en el noreste de Washington.
- Autor del valiosísimo libro: “Si hay apostasía en la iglesia, ¿Debemos abandonar el Barco?”
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